«Al inicio de
Federico Fellini.
Es curioso cómo el relato de dos historias individuales, puede capturar el espíritu dominante de un lugar y época enteros. Quizás en eso resida la genialidad narrativa y artística de su autor, el modo interpretativo y casi inconsciente en que proyecta sus más íntimas impresiones. En
Una campesina pobre y -lo que hoy llamaríamos- “disminuida”, es vendida por su familia al cruel Zampanó (Anthony Quinn), un mundano artista de circo. Subestimada por la prepotencia de su amo, la sumisa Gelsomina se ve obligada a acompañarlo en sus espectáculos, donde él parte cadenas ante un público desafiante. Una especie de amor-odio va gestándose dentro de ella, como si no pudiera vivir sin la falsa seguridad que le devuelve el sometimiento de Zampanó. Así, legitima el maltrato y la indiferencia conformándose con una vida servil, donde su único escape será la magia del circo. Allí encontrará la confianza en sí misma gracias a un artista soñador, a quien Zampanó sabrá apartar fatalmente.
El dulce y triste personaje de Gelsomina, definida por Fellini pero interpretada por su esposa Giuletta Masina como un clown cuya desdicha recorre cada fotograma; se podría encontrar, aunque en un pasaje mucho más extremo, en las protagonistas de los films de Lars Von Traer, Emily Watson en Rompiendo las olas (Breaking the Waves, 1995) y la histriónica Bjork en Bailarina en la oscuridad (Dancer in the Dark, 2000). Sin embargo, la contundencia dramática de Masina permanece cimentada como única desde su debut en Camarada (1946), dirigido por Roberto Rosellini.
Sin dudas,
Candidata al Oscar en 1957 como mejor guión por Federico Fellini y Tullio Pinelli y ganadora del León de Plata en el Festival de Venecia en 1954,
Es por esto que Fellini, además de ser reconocido como uno de los cimientos del modernismo cinematográfico, también debería ser recordado como un excelente creador de personajes e historias, potenciado luego con la llegada de la revolucionaria La dolce vita en 1960, donde la búsqueda de nuevas formas artísticas lo acabaron por consagrar como uno de los más grandes autores cinematográficos del siglo XX.