viernes, 1 de diciembre de 2006

Si, quiero






Y en la frente me escribi tu nombre, por primera vez...

jueves, 30 de noviembre de 2006

Soy grasa


Tengo que aceptarlo. Ojo, ser grasa no tiene nada que ver con mirar a Tinelli, leer el Código da Vinci o soñar con ir de shopping a Miami. No podría aunque quisiera. Ser grasa es una insignia, una característica tan ineludible como el color de pelo, el tamaño de las orejas o la posición lumbar (que dicen que se corrige pero mienten). Ser grasa es muy divertido y aceptarlo, todavía mas. La grasada que me divierte es la desfachatez de estar haciendo algo sin importar si es burdo o elegante. Relajarse, olvidarse, combinar los colores para el culo, sobre-maquillarse, flashear con una canción sin importar si es brit-pop o rock psicodélico, putear fuerte si la monedita no pasa por la máquina del bondi, comer un pancho en el tren, no preocuparse por ser “interesante”, que se te escape una guarangada, eructar y no ponerse colorada, no hablar susurrando, reírse a carcajadas en un restorán o esos lugares de “ambiente familiar clase media” muy frecuentes en mi querido suburbano, especialemente en Adrogué. Eso. Ahí vamos. Adrogué, hermosa localidad de pudientes y aspirantes a serlo, potencia al grasa. Adrogué me hace mas grasa. No puedo evitarlo. No me queda bien. O sea, si me sacás una foto en Adrogué, algo está mal. O yo estoy superpuesta o la escenografía es la equivocada. En ese lugar me di cuenta de mi adorable condición de grasa, que hasta el momento era sólo una cualidad de otros. Pero una grasa sensible, eh. No vayan a pensar que no miro los árboles centenarios y respiro feliz. Ojo, se puede ser un grasunga poético también. ¿Acaso cuántos artistas grasas hubo y hay? Mejor no detallemos. Eso se lo dejo a ustedes…
Se me hizo tarde, che. Me voy a comprar un sanguche de mortadela al almacén con las gafas de sol puestas, bien a lo Marta Minujín. Si hay mishiadura que no se note mamita!