sábado, 1 de marzo de 2008

Cuadro


En la marquesina de un colectivo anuncian algo de las FARC, con la síntesis más deforme y bizarra posible. Seguidos por ofertas de supermercados y planes de ahorro para teléfonos celulares, la pantalla termina contando un chiste cordobés y dando la receta para una tarta de brócoli. De pronto, un tipo sube tocando la lambada con su charango. Rutilante. Lo llenan de monedas y hasta un billete de 2 pesos. Un adolescente petisito, falshea y aplaude anonadado persiguiendo a su nuevo ídolo con la mirada, hasta perderlo en una parada para abandonarse a su melancolía otra vez.
En una vereda de Lomas de Zamora, a eso de las 10, un hombre mayor se detiene a pisar cucarachas y bichos raros. Está ensañado y se averguenza al encontrar las miradas de algunos. Trata de justificarse con una expresión de “Pero viejo ¿usted no haría lo mismo?” y dos señoras se alejaron unos pasos, asustadas. El tipo quedó inmóvil, con su moral solitaria y los cadáveres reventados en el piso. Hubo tristeza en la cara de todos.
La coca que compré ya estaba caliente y tiré un chorrito sobre los insectos mutilados. No había nadie a mi alrededor. Me avergoncé en secreto y tuve ganas de llorar.