martes, 3 de abril de 2007

No me hagas bailar cumbia




Los cumpleaños de 15 son decididamente un mundo aparte o quizas su costado mas pedorramente feliz. Un salón que varía de acuerdo al presupuesto familiar, una pendeja caprichosa y los personajes de siempre: El padrino borracho loco por tocar un culito, la tía que rompe la dieta y engulle sentadita toda la noche, los mozos con tremendísima cara de culo, el lomo con papas noisset y muchos cubiertos, el centro de mesa que alguna siempre se afana, etc. Y a todo esto alguien que siempre aparece de la nada y te agarra del brazo obligándote a bailar "El beso del Osito" y uno no sabe cómo administrar la cara de "SEÑOR SUELTEME O LO MATO". Nos miramos con mi novio sin entender la desmesurada insistencia del hombre por concentrar al salón entero en la pista pachanguera y nos cagamos de risa.
Hablando hace unos días con mi amigo Mendele, coincidimos en la misma terrible pero sensata impresión. El, como reciente mozo de un lugar de eventos, sorprendido por el bizarro comportamiento en estas fiestas, siendo testigo estoico del aquelarre y la tristeza fiestera.

Reggaeton, cuerpos amontonados en trencitos transpirados, provocación vacía, corbatas en la frente y miradas perdidas, gente que llora por algo, quinciañera en patas, sobras de comida, nenes que duermen en sillas, la familia unida, cotillón, bailarinas de axé robandole la poca razón al tío, la tía celosa, souvernirs con tul, desayuno con medialunas, amanecer, me duelen los pies, no aguanto más...