martes, 24 de julio de 2007


Un terrible verano azota los suburbios de Viena. Reposeras, cemento y cuerpos obesos sudando bajo el sol, son la constante de una historia donde el patetismo y la soledad entrecruzan las vidas, reduciéndolas a meros insectos disfuncionales y sórdidos. Una mujer martirizada por su cruel proxeneta, un viudo que reemplaza su difunta esposa por una fiel mucama, un solitario vendedor de alarmas a domicilio, una chica que hace dedo tortura a quienes la recogen con preguntas absurdas, un tipo psicótico golpea a su novia showgirl y un matrimonio separado bajo el mismo techo, convive con el dolor de la muerte de su hija. Algunas de las historias que circulan entre la locura y la naturaleza vejatoria de una sociedad degradante. “Dogs Days”, primer film de ficción del austríaco Ulrich Seidl, sin dudas es una de la representantes de ese género despiadado que podría llamarse “la vita non e bella”, donde las historias confluyen en una atmósfera deliberada de orfandad, violencia y ternura, llámese Magnolia, 21 Gramos o Babel (como un ya agotado y poco discreto intento).

Seidl arroja una mirada áspera y hasta morbosa de sus paisanos, fotografiando sus cuerpos fláccidos, su soledad brutal y la rigurosa decadencia manifestada en el sexo o una simple mirada.

“Pueblo dotado para la belleza, gloriosa Austria” canta aterrado un tipo apuntado a pistola, siendo obligado a entonar el himno. Todos tiemblan, sudan y padecen tácitamente esa condición tan “austríaca” que hasta el propio director pareciera lamentar, como si la belleza y el desasosiego humano hubiesen elegido un lugar y tiempo en el mundo.

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